miércoles, 19 de noviembre de 2008

Fernando Gil-AYA, el preceptor de niños

Texto y fotos: Amauris Betancourt.

“El arlequín que llevo dentro”, nuevo espacio cultural del Centro Provincial de la Artes Escénicas en Holguín, tiene cita dos veces al mes. Pretende homenajear a artistas y fomentar el interés por el mundo de las tablas.

“Gil”, como prefieren llamar a Fernando Gil Arias, “merece todos los espacio de mi ciudad” dice Ignacio Figueredo Parra –guionista, productor y director de la peña-, y agrega “creo que la manera que tiene el hombre en llamarse artista es creando y haciendo. Somos muchos los que lo consideramos ACTOR”.

Gil proviene de las Escuelas de Instructores de Arte de Manzanillo, provincia de Granma. La ciudad de Holguín lo acoge en 1979 como instructor y actor del Teatro Guiñol. Luego funda el grupo teatral Mella de la Central de Trabajadores de Cuba y el Proyecto de Teatro Callejero Gilaya.

Gil atesora el Premio de la Ciudad 2005 y aunque actualmente integra y dirige el elenco del Teatro Dramático de Holguín desde 2001, ha dejado huellas en la televisión, el teatro de títeres y el atrezzo.

Gil evoca sus vivencias, entre buenos y malos recuerdos, de más de 30 años dedicados al arte escénico con un aura de nostalgia. Su personaje del Chivo lo ha marcado. Muchos suelen llamarlo actualmente así. Cierta vez debe interpretar dos personajes: primero el Grillo y luego el Chivo, pero olvida cambiarse la máscara. Su experiencia y profesionalidad artísticas salva la situación y las aprovecha en aras del espectáculo, pero trasciende la anécdota.

Los artistas de las artes escénicas de la ciudad profieren afecto y admiración por Gil: el Guiñol de Holguín interpreta para él, la obra “La cucarachita Martína”; y habla entonces de la destreza del titiritero a diferencia de la del actor de teatro: éste debe insuflar energía y credibilidad al títere; aquel lo puede hacer directamente con su cuerpo.

El proyecto Gilaya se recuerda como una de sus más maravillosas acciones. Gil viene de su nombre y aya, del que se encarga de, o vela por, la educación de los infantes. Los niños, según el proyecto, se dan cita con él y sus colaboradores en las ruinas del Alba, donde actualmente radica la homónima Academia de Artes Plásticas. Acuden cientos de niños, pero solo pueden acceder un centenar. La entrada de padres o adultos es prohibida: deben dejar los niños y recogerlos cuatro horas después.

El proyecto resulta bastante polémico. Los médicos les sugieren a los padres la peña, pero los colegas en el arte lo cuestionan. Aún así padres y médicos confían en las actividades con los niños y el espacio gana además de adeptos buena reputación desde el punto de vista artístico.

Como realizador de atrezzo destacan “Año cero” y “Los dioses escuchan”, de la compañía danzaria Codanza que también acude a esta peña a homenajear al “Chivo” con “Oda al diablo”; y luego se suma al mismo propósito el Ballet de Cámara de Holguín.

Eugenio Hernández Espinosa, José Antonio Rodríguez, Michaelis Cué y Ana María Paredes se cuentan entre sus maestros y amigos, entre los profesionales a quienes admira y de quien se siente artísticamente deudor.

Gil habla añora un mejor futuro que el presente para el teatro de títeres y para las artes escénicas de la ciudad. Le parece lamentable el estado de deterioro de ciertas instituciones que ya no cumplen el objeto social para el que fueron creadas y deben ser readaptadas a las nuevas condiciones tecnológicas y artísticas.

El arlequín que llevo dentro ha tenido un feliz comienzo. Se espera la siguiente peña con placer anticipado. La ciudad tiene otro espacio cultural para admirar a artistas y recrear el arte.

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