Los paisajes rusos, de belleza natural y exótica, conforman el bagaje visual de muchas generaciones de cubanos en una historia compartida con este país miembro de la otrora Unión Soviética. Las archiconocidas revistas Sputnik alimentaron este imaginario en los que no estudiaron o trabajaron allí.
El fotógrafo ruso Gennady Smirnov quizás ignore esto, sin embargo, con su exposición “El Norte ruso”, lograda con habilidades técnicas y estéticas evidentes, suple la nostalgia y, más que ello, nos ofrece un proyecto artístico fotográfico original e inédito en Holguín.
Smirnov acude al paisaje fotográfico para revelar imágenes de gran valor histórico y de belleza arquitectónica y natural de un área con características peculiares por el clima predominantemente frío y por la riqueza espiritual representada muy bien en las construcciones religiosas vernáculas.
El catálogo de la exposición alude a ese hedonismo mítico arquitectónico que cobra vida a través del lenguaje visual donde el fotógrafo retrata la armonía y la majestuosidad de los monasterios en torno al cuál se levantan comunidades.
Consigue, lente mediante, asimilar los calificativos septentrionales de las tradiciones relacionados con la secularización del ascetismo espiritual.
Y lo logra al excluir, casi en todas las fotografías, el factor humano aunque, cuando la presencia de personas es inevitable, opta por planos generales o de conjuntos donde estas no ocupan protagonismo.
También el uso de los formatos horizontales, recomendados para los paisajes o para destacar la espiritualidad por encima de lo terrenal, propicia en las composiciones lecturas contemplativas donde el sosiego y la paz se manifiestan.
Fotografía también siempre con un ángulo normal para conservar las proporciones reales del entorno donde prioriza las líneas rectas en detrimento de las perpendiculares que le darían una inoportuna dinámica.
Smirnov evita usar los ángulos anchos que alteren la perspectiva o los estrechos que compriman las imágenes con lo que acentúa la representación del escenario tal como es para conferir mayor realismo a las obras, para trasladar esa belleza real lo más cerca posible a nuestras experiencias visuales.
Se nota también el compromiso del artista con lo que quiere lograr en la recurrencia al mismo lugar para retratarlo en las diferentes estaciones del año para someter la luz a sus intereses como se percibe en la serie El ocaso de Solovki y la del Lago Santo.
En otras fotografías construye las composiciones apoyado en elementos naturales a manera de marcos para impregnar profundidad donde el blanco puro de la nieve aplana la imagen.
Smirnov aprovecha asimismo diferentes símbolos para revelar la esencia del norte ruso. Repara en los muros raídos como símbolos alusivos al tiempo; en el cielo, la espiritualidad, destacada con mayor volumen, en la blancura purificadora de la nieve. En las cruces, en el libro como vehículo de transmisión de tradiciones ancestrales, en los vestuarios y en las procesiones que uniforman al ciudadano del precioso norte ruso, porque el invierno los vuelve al interior de los hogares y el verano a la vida comunitaria; sin embargo, las procesiones consiguen unir en una y otra estación.
A pesar de todo esto se notan algunas incoherencias y lagunas, lo cual confirmé en una búsqueda informativa, donde se revelan que el proyecto lo conforman 50 imágenes y no las 22 que se exhiben en la sala Electa Arenal del Centro Provinialde Arte en Holguín.
No obviar que se tratan de paisajes fotográficos cuya principal función es el placer visual y no necesariamente la construcción de un mensaje determinado si bien Gennady Smirnov logra ambas cosas desde un lenguaje técnico-estético fotográfico concebido ex profeso.
La exposición fotográfica El Norte Ruso sirve para motivar la presencia de otros proyectos artísticos de ese país en nuestra ciudad de Holguín y para un acercamiento a una cultura milenaria que enriquecerá el acervo de los artistas locales. Los amantes del arte también se sentirán agradecidos.
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