Sus coterráneos no podían creer que el Rey del doble sentido había descendido para siempre del trono, de sus dominios donde los símbolos de cubanía eran la guaracha y el son, las carcajadas y las reverencias. 
Fueron varias generaciones las que acompañaron al Guayabero en un viaje que realmente no tendrá ida mientras su música sea motivo de regocijo y los textos de sus composiciones genere el buen humor en estos tiempos, donde muchas veces hay que caminar con mucho cuidado por los senderos llenos de escollos. Senderos que Faustino Oramas tuvo que andar cuando allá por los años 30 del pasado siglo, había nacido en 1912, era un joven que cantaba sus penas y alegrías en diferentes sitios de Holguín y hasta en los ómnibus que abordaba por propia iniciativa.
Era como un Quijote de ébano enfrentando los molinos de su pobreza en una sociedad que dividía al parque Calixto García en dos paseos, uno para los blancos y otro para los negros, mientras el artista marginado pasaba el sombrero entre los pasajeros del ómnibus que recorría de un extremo a otro de la ciudad asentada entre los ríos Jigüe y Marañón.
El pueblo acudió en masa al sepelio del Guayabero.
Al evocar aquellos tiempos no lo hacía con rencor sino que sonreía al hablar de sus primeros años de artista autodidacta, sonero y trovador, juglar andante de todos los tiempos que supo desafiar su destino preconcebido en las primeras décadas del siglo XX y dar lecciones de constancia y amor a su tierra natal.
Como decía Faustino Oramas, “en eso llegó la Revolución” y también llegaron los reconocimientos a su figura, “que no merecía pero supe recibir con gratitud”. En diversos escenarios compartió con Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Pancho Amat, Eliades Ochoa y otros grandes artistas cubanos.







Leandro expone en sus cuentos además de una coherencia deliciosa y una manera peculiar de abordar temas cotidianos con una mirada crítica y diáfana, dominio de las técnicas del cuento.
“El joven escritor y periodista Leandro Estupiñán, autor de “El invitado” –cuento- estaba allí junto a su presentador el también escritor Gilberto Gonzáles Seik.
Leandro informó que el volumen, galardonado en el Premio de la Ciudad 2007 bajo el nombre de “Gente no convencida”, cambió de título a iniciativa de su editor Eugenio Marrón.”
“ ‘Así que si sigo escribiendo y me vuelvo un tipo estudiado que nadie piense que hay un libro mío por ahí que se llama así”, bromeó Estupiñán y agregó: “la mayoría de estos cuentos fueron escritos en mi última etapa de estudiante o en mi servicio militar en Guantánamo, son ocho historias que han nacido algunas de circunstancias difíciles y otras de otras que no lo fueron tanto, pero que están ahí y tratan, precisamente, sobre personas que no se sienten muy convencida del momento en que les tocó vivir’ ”. 



