Unas horas después de que Antilla fuera arrasada por el huracán, los habitantes del poblado vivieron otro momento de terror: el nacimiento de un tornado en la bahía.
Era media tarde cuando el brazo de agua y viento iba rumbo a la costa. Si llegaba, una segunda fuerza natural podía retorcer lo ya torcido. Las mujeres se horrorizaron. Un niño le preguntó a su papá si soñaban una pesadilla y el padre quiso calmarlo alisándole el peinado. Para él todo estaba muy claro. Pisaban otro peldaño de la realidad que los había engullido desde la noche del domingo cuando Ike se metió entre calles y pasillos con una fuerza descomunal.
Los centros escolares se convirtieron en albergues donde evacuar a los posibles damnificados y se prepararon las condiciones mínimas para elaborar alimentos en grandes cantidades.
Los artistas descendieron con los ojos puestos sobre los edificios aledaños. Los vecinos, por su parte, miraban admirados a la pléyade que acababa de llegar. El humorista Osvaldo Doimeadiós parecía consternado. Israel y Yoel, fundadores de Buena Fe, saludaban a las jovencitas que, conocedoras de su llegada, esperaban ansiosas por los alrededores. También saludó Nassiri Lugo. Fueron directamente al interior de la Institución, semi destruida, en la cual paraban aún varias familias. Allí les dieron la bienvenida.
La Brigada llegó a la ciudad de Holguín a principios de semana y desde entonces se habían presentado en Gibara y Banes. Además de Antilla, estarían en Fray Benito, Mayarí, Báguano y algunos barrios de Holguín. Al enterarse de los daños de Ike en el Oriente, los artistas no dudaron en solicitar al Ministerio de Cultura su presencia para llevar lo poco que podían a los más afectados: el arte. Lo dice Corina Mestre antes de iniciar cada presentación, dos por días. Se conmueve al ver frente a ella a tantos niños, mujeres y hombres que parecen olvidar por unos minutos el trauma del momento para transportarse a otro espacio: el de las sensaciones que provoca un chiste, una canción, un juego, un sonido.
Aunque bien acogidos, para la Brigada habanera el programa termina siendo agotador. El ritmo les hace improvisar en el camino. Rumbo a Gibara, el trecero Pancho Amat debió agrupar a los músicos de El Cabildo del Son para montar un tema con Beatriz Márquez. Escribió sobre varios papeles e imaginó lo que ensayaría luego en tierra. Así, el público ha escuchado los nuevos arreglos de un bolero clásico en el repertorio de “La musicalísima”, Espontáneamente. Al escucharlo, la población gibareña de El Güirito debió conmoverse tanto que regaló a los artistas un caracol como recuerdo de su visita. No podían conceder algo más. Es una zona costera desvastada donde entre las pocas cosas que dejaron intactas los vientos destacan los caracoles.
Antes de actuar, los artistas hacen cualquier cosa. Los payasos Tontolín y Lintonta reparten agua. El mago Azcuy cuenta anécdotas a los pasajeros más cercanos. Los holguineros del dúo humorístico Jaque Mate, incorporados a la Brigada, guían a los visitantes. Ireno García y Coralita Veloz observan a través de la ventana.
Al propio Ireno le ha impresionado que al descender, la gente lo reconozca en Antilla. “Mira a Ireno”, dice uno. Y en verdad es raro. Ireno no aparece tanto como su voz en la televisión. Pero también la gente sigue su voz, como la siguieron en la escuela “Miguel Salcedo”, una primaria con 170 evacuados, donde se presentó antes de hacerlo en el Parque Central. Los hombres se encaramaron en mesas. Los niños y mujeres hicieron corro alrededor de quienes actuaban. Ireno cantó con su voz íntima: Vamos a caminar, se está poniendo el sol…
En la tarde, el Parque Central estaba lleno de curiosos y los edificios cercanos colmados de un público heterogéneo. Buena parte de Antilla se había trasladado al lugar aunque todavía muchos se encontraban demasiado enfrascados en la recuperación como para irse a oír música. Cerca, varias mujeres salvaban libros en un almacén donde el agua y el viento dejaron estragos.
La tarde era dura. Había un fuerte sol. El mar aparecía en calma. Antilla es un poblado que recuerda sus tiempos de abundancia, cuando era un puerto de valor y en sus tierras rondaba el recuerdo de habitantes tan exóticos como el pirata Wílliam Hasting. En un cerro cercano fueron encontrado una vez dos cemíes: Taguabo (Dios de la lluvia) y Maicabó (dios de la seca).