Texto y fotos: Amauris Betancourt.
Ocho de septiembre. En Holguín amanece con más ajetreo de lo acostumbrado. El huracán Ike había castigado la ciudad con fuertes vientos luego de haber asolado los municipios costeros del litoral norte. Arriba, en lo más alto del centro de la ciudad, el último tramo de la torre de ETECSA había cedido ante la fuerza del poderoso huracán y permanecía inclinada peligrosamente .
Ese día, sorprendidos, en recorrido por la ciudad, lo más común a la vista son los frondosos árboles y los postes de los servicios telefónico y eléctrico derribados por doquier. Sin embargo, el asombro se adueña de los que por si mismos, o por conocidos o curiosos mirando a lo alto de la ciudad, en el mismo centro, descubren, plegada, la torre de la compañía de telecomunicaciones cubana ETECSA. -¡Increíble!, afirman unos; -parece un gigantesco número uno, exclaman otros. La torre había perdido la habitual compostura.
Todos reparan en la inmensa torre, cual reina de los cielos, venida a menos y apuran el paso con cierto temor. Las caprichosas nubes, en su constante pasar, le inducen movimiento y parece encimársete.
La ciudad entera, incluyendo las fuerzas del orden y visitantes de paso, se mantiene en vilo, pendientes de ella cual hermosa criolla. Parte del casco histórico de la ciudad se declara zona de desastre y se extreman las medidas de seguridad.
Entonces ETECSA convoca a sus expertos para hacer descender la parte dañada, la torreta, hasta la azotea del edificio de cinco plantas de la compañía en Holguín sobre el cual se levanta a 60 metros. Se traen los recursos necesarios para el descenso. Las fuerzas de apoyo llegan desde las provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba y La Habana.
Fuerzas y recursos en Holguín, se procede a colocar güinches y correas. Es ya14 de septiembre y todo queda listo para ejecutar la obra el 15.
La policía bloquea el acceso del pueblo a las calles con mayor peligrosidad. La compañía de electricidad retira el servicio. Las prestaciones de salud, ambulancia y personal, llegan para el apoyo médico en caso de ser necesario.
Más de tonelada y media es el peso del tramo de torre.
Son las 10:30 a.m., hora local, cuando los torreros comienzan a escalar en pos del descenso de la parte dañada. Todo ha sido planeado cuidadosamente pero el trabajo no es fácil, mas seguridad y decisión no falta. Se suceden martillazos, acoples de polea, ajustes de güinches.
2:30 p.m.: se da la voz de alarma. La torreta parece ceder. La espera se prolonga, sin embargo, unos minutos más, pero al fin, el sonido al desprenderse anuncia el esperado descenso. La torreta yacía en la azotea a las 3:30 p.m. La operación termina.
Colegas, directivos y la prensa pendiente acuden al sitio; unos para felicitar, otros para entrevistar. Todos contentos.
Ovidio Fabier había dirigido el descenso: "Cansado y a la vez contento. Todo sucedió como lo planificamos. Los torreros se portaron valiente, especialmente el chino", alias de Reynaldo Oliva, comentó Fabier. El chino: "…todos somos héroes porque fue un trabajo en equipo. Hice un esfuerzo grandísimo, pero valía la pena para traer seguridad a la ciudad."
Pedro Valiente, venido desde Guantánamo, elogió a la empresa por haber adquirido y proporcionado todo los medios para la seguridad personal de los trabajadores.
Juan José Gonzalez, jefe de seguridad y salud de ETECSA en Holguín: "Era un trabajo de extremo riesgo. Pero estamos satisfechos con la operación y los torreros, y tuvo éxito por la disciplina con que se acometió. Quiero felicitar a los grupos venidos de otras provincias, a la Policía Nacional Revolucionaria y al personal paramédico.
La torreta ya no es peligro. El huracán Ike se alejó y tras él la recuperación invade las calles de la ciudad de Holguín. La torreta era asunto pendiente. Ya es historia.
A más de 60 metros de altura hicieron su heróica labor.
Ocho de septiembre. En Holguín amanece con más ajetreo de lo acostumbrado. El huracán Ike había castigado la ciudad con fuertes vientos luego de haber asolado los municipios costeros del litoral norte. Arriba, en lo más alto del centro de la ciudad, el último tramo de la torre de ETECSA había cedido ante la fuerza del poderoso huracán y permanecía inclinada peligrosamente .
Ese día, sorprendidos, en recorrido por la ciudad, lo más común a la vista son los frondosos árboles y los postes de los servicios telefónico y eléctrico derribados por doquier. Sin embargo, el asombro se adueña de los que por si mismos, o por conocidos o curiosos mirando a lo alto de la ciudad, en el mismo centro, descubren, plegada, la torre de la compañía de telecomunicaciones cubana ETECSA. -¡Increíble!, afirman unos; -parece un gigantesco número uno, exclaman otros. La torre había perdido la habitual compostura.
Todos reparan en la inmensa torre, cual reina de los cielos, venida a menos y apuran el paso con cierto temor. Las caprichosas nubes, en su constante pasar, le inducen movimiento y parece encimársete.
La ciudad entera, incluyendo las fuerzas del orden y visitantes de paso, se mantiene en vilo, pendientes de ella cual hermosa criolla. Parte del casco histórico de la ciudad se declara zona de desastre y se extreman las medidas de seguridad.
Entonces ETECSA convoca a sus expertos para hacer descender la parte dañada, la torreta, hasta la azotea del edificio de cinco plantas de la compañía en Holguín sobre el cual se levanta a 60 metros. Se traen los recursos necesarios para el descenso. Las fuerzas de apoyo llegan desde las provincias de Guantánamo, Santiago de Cuba y La Habana.
Fuerzas y recursos en Holguín, se procede a colocar güinches y correas. Es ya14 de septiembre y todo queda listo para ejecutar la obra el 15.
La policía bloquea el acceso del pueblo a las calles con mayor peligrosidad. La compañía de electricidad retira el servicio. Las prestaciones de salud, ambulancia y personal, llegan para el apoyo médico en caso de ser necesario.
Más de tonelada y media es el peso del tramo de torre.
Son las 10:30 a.m., hora local, cuando los torreros comienzan a escalar en pos del descenso de la parte dañada. Todo ha sido planeado cuidadosamente pero el trabajo no es fácil, mas seguridad y decisión no falta. Se suceden martillazos, acoples de polea, ajustes de güinches.
2:30 p.m.: se da la voz de alarma. La torreta parece ceder. La espera se prolonga, sin embargo, unos minutos más, pero al fin, el sonido al desprenderse anuncia el esperado descenso. La torreta yacía en la azotea a las 3:30 p.m. La operación termina.
Colegas, directivos y la prensa pendiente acuden al sitio; unos para felicitar, otros para entrevistar. Todos contentos.
Ovidio Fabier había dirigido el descenso: "Cansado y a la vez contento. Todo sucedió como lo planificamos. Los torreros se portaron valiente, especialmente el chino", alias de Reynaldo Oliva, comentó Fabier. El chino: "…todos somos héroes porque fue un trabajo en equipo. Hice un esfuerzo grandísimo, pero valía la pena para traer seguridad a la ciudad."
Pedro Valiente, venido desde Guantánamo, elogió a la empresa por haber adquirido y proporcionado todo los medios para la seguridad personal de los trabajadores.
Juan José Gonzalez, jefe de seguridad y salud de ETECSA en Holguín: "Era un trabajo de extremo riesgo. Pero estamos satisfechos con la operación y los torreros, y tuvo éxito por la disciplina con que se acometió. Quiero felicitar a los grupos venidos de otras provincias, a la Policía Nacional Revolucionaria y al personal paramédico.
La torreta ya no es peligro. El huracán Ike se alejó y tras él la recuperación invade las calles de la ciudad de Holguín. La torreta era asunto pendiente. Ya es historia.
A más de 60 metros de altura hicieron su heróica labor.
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