miércoles, 23 de enero de 2013

De jurado y fotografía en el salón de la ciudad Holguín 2013


Por Amauris Betancourt. 
 
Pierre Bourdieu decía: “Podría decirse de la fotografía lo que Hegel decía de la filosofía: ‘Ningún otro arte, ninguna otra ciencia, está expuesto a ese supremo grado de desprecio según el cual cada uno cree poseerlo enseguida’.” Por eso ha dejado un sabor amargo el Salón de la Ciudad en lo que respecta a la fotografía, en específico en cuanto al proceso de admisión de obras, no así en el de premiación. Los problemas de competencia cognitiva, a los que se suman otros subjetivos y objetivos de una institución que debe fomentar el movimiento fotográfico holguinero, continúan entorpeciéndolo. 
No se puede aspirar a elevar la participación y la calidad en la producción artística fotográfica si se desoyen los reclamos ante inconvenientes recurrentes. La punta del iceberg lo constituye el escaso respaldo material del Centro Provincial de Arte que limita la participación de varios fotógrafos quienes apenas pueden comerciar su obra artística por diversos motivos.
La inexistencia de un especialista, o al menos conocedor, en la materia, que conduzca iniciativas para su desarrollo crítico teórico y práctico, y que, por demás, asesore los eventos de carácter competitivo, afecta los resultados creativos y desmotiva a participantes en la misma medida que sujetos no expertos asumen funciones que requieren conocimientos teórico-técnicos puntuales. Es saludable, también, desde las relaciones públicas del  Centro hablar un mismo lenguaje y desestimar los atributos indebidos, experiencia nada grata cuando no se ponen de acuerdo.
¿Es que acaso no se requería la presencia de un profesional de la fotografía, en el jurado de admisión encargado de discriminar lo que se va a exponer? El artista de la fotografía es un profesional del arte. El fotógrafo conoce de técnicas, de procesos, de lenguajes específicos, de intenciones estéticas. El arte fotográfico puede estar en la misma técnica, como lo estuvo poco después de su momento fundacional y que luego se traslada al contenido en los movimientos de vanguardias de principios del siglo XX.
La fotografía artística, secularizada, deriva en lo figurativo y lo icónico-indicial, los cuales no son excluyentes de excelencia artística aunque alguna persona se adjudique la prerrogativa de descartar una u otro tipo. Harto infeliz resulta argüir no entender el contenido, no saber qué es lo que se pretende expresar con la fotografía y menos aún la falta de espacio como criterio para excluir, así como también lo es aceptar obras con pifias evidentes. Esto no se entiende.
Positiva es la presencia en el jurado de premiación de un reconocido fotógrafo, esta vez Juan Pablo Carreras, quien ha ganado ya el Premio de la Ciudad, ducho en el proceso del arte fotográfico. Estimula la presencia de lentes nuevos, entiéndase creadores, que se suman al movimiento fotoartístico de la ciudad con propuestas originales en medio de otras repetitivas y sin calidad estética. También satisface el detalle de no obviar el documentalismo fotográfico, pero no hay que exagerar, en los espacios artísticos; género que en Cuba ha marcado un paradigma, a pesar de los detractores, sino observe la obra de los fotógrafos reconocidos con el Premio Nacional de Artes Plásticas.
En ese contexto, sustancioso e inagotado, me gustaría informar, y felicitar de paso, al premio en fotografía para Danelys Gallegos con la serie “Asepsia” al cual se agregan las menciones para Raúl Martínez con la obra “Solsticio en New York” y Luis Silva con “Silencio”.

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