Por Amauris Betancourt.
Pierre Bourdieu decía: “Podría decirse
de la fotografía lo que Hegel decía de la filosofía: ‘Ningún otro arte, ninguna
otra ciencia, está expuesto a ese supremo grado de desprecio según el cual cada
uno cree poseerlo enseguida’.” Por eso ha dejado un sabor amargo el Salón de la
Ciudad en lo que respecta a la fotografía, en específico en cuanto al proceso
de admisión de obras, no así en el de premiación. Los problemas de competencia
cognitiva, a los que se suman otros subjetivos y objetivos de una institución que
debe fomentar el movimiento fotográfico holguinero, continúan
entorpeciéndolo.
No se puede aspirar a elevar la
participación y la calidad en la producción artística fotográfica si se desoyen
los reclamos ante inconvenientes recurrentes. La punta del iceberg lo
constituye el escaso respaldo material del Centro Provincial de Arte que limita
la participación de varios fotógrafos quienes apenas pueden comerciar su obra artística
por diversos motivos.
La inexistencia de un especialista, o
al menos conocedor, en la materia, que conduzca iniciativas para su desarrollo
crítico teórico y práctico, y que, por demás, asesore los eventos de carácter
competitivo, afecta los resultados creativos y desmotiva a participantes en la
misma medida que sujetos no expertos asumen funciones que requieren
conocimientos teórico-técnicos puntuales. Es saludable, también, desde las
relaciones públicas del Centro hablar un
mismo lenguaje y desestimar los atributos indebidos, experiencia nada grata cuando
no se ponen de acuerdo.
¿Es que acaso no se requería la
presencia de un profesional de la fotografía, en el jurado de admisión
encargado de discriminar lo que se va a exponer? El artista de la fotografía es
un profesional del arte. El fotógrafo conoce de técnicas, de procesos, de
lenguajes específicos, de intenciones estéticas. El arte fotográfico puede
estar en la misma técnica, como lo estuvo poco después de su momento
fundacional y que luego se traslada al contenido en los movimientos de
vanguardias de principios del siglo XX.
La fotografía artística, secularizada,
deriva en lo figurativo y lo icónico-indicial, los cuales no son excluyentes de
excelencia artística aunque alguna persona se adjudique la prerrogativa de
descartar una u otro tipo. Harto infeliz resulta argüir no entender el
contenido, no saber qué es lo que se pretende expresar con la fotografía y
menos aún la falta de espacio como criterio para excluir, así como también lo
es aceptar obras con pifias evidentes. Esto no se entiende.
Positiva es la presencia en el jurado
de premiación de un reconocido fotógrafo, esta vez Juan Pablo Carreras, quien
ha ganado ya el Premio de la Ciudad, ducho en el proceso del arte fotográfico.
Estimula la presencia de lentes nuevos, entiéndase creadores, que se suman al
movimiento fotoartístico de la ciudad con propuestas originales en medio de
otras repetitivas y sin calidad estética. También satisface el detalle de no
obviar el documentalismo fotográfico, pero no hay que exagerar, en los espacios artísticos; género que en
Cuba ha marcado un paradigma, a pesar de los detractores, sino observe la obra
de los fotógrafos reconocidos con el Premio Nacional de Artes Plásticas.
En ese contexto, sustancioso e
inagotado, me gustaría informar, y felicitar de paso, al premio en fotografía
para Danelys Gallegos con la serie “Asepsia” al cual se agregan las menciones
para Raúl Martínez con la obra “Solsticio en New York” y Luis Silva con “Silencio”.
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